Un terreno vale por su potencial edificable y la prefactibilidad es el mapa que lo traduce al idioma de los compradores. Reúne normativa oficial y precios de mercado en un formato auditable: zonificación, altura, FOT, retiros, mixtura y posibles afectaciones patrimoniales. Con esos parámetros se construye el balance de metros, separando los construibles de los realmente vendibles según un planteo arquitectónico factible y atractivo.
Con los metros definidos se calcula el canon de plusvalía, expresado en UVA y también en una referencia en dólares, ya que impacta sobre el potencial valor de venta.
Después incorporamos la dimensión. A partir de cierres recientes y del método residual explicado anteriormente, Terres define un corredor de incidencia—mínima y máxima—que servirá de banda de negociación. Sobre ese corredor se recomienda no un precio único, sino un rango defendible y la estrategia adecuada: venta al contado, canje en obra, pagos diferidos o entrega de metros terminados, entre otras opciones.
La prefactibilidad nace de la combinación entre un modelo automatizado—que cruza datos del lote, normativa y un índice propio de costos—y la supervisión humana de arquitectos y equipo comercial, que afinan metros y precios. El resultado es información accionable presentada con claridad, lista para transformar datos en conocimiento y decisiones.Para quien vende, la ventaja es doble: un precio respaldado por cifras que reducen el regateo técnico y un proceso de venta más rápido, porque la conversación con el desarrollador ocurre en su mismo idioma. En síntesis, la prefactibilidad convierte el terreno en un activo cuantificado y competitivo dentro del mercado profesional.
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